«La arquitectura es el arte indispensable» (W. R. Dalzell)
INTRODUCCIÓN
La historia de la arquitectura del S. XX está marcada por grandes figuras y no por estilos, como en épocas anteriores. Las Vanguardias, con sus novedosas propuestas, se adueñaron del Arte y en un corto espacio de tiempo influyeron decisivamente en la concepción de la vida artística y obviamente, la arquitectura no podía quedarse al margen. El S. XX es cosmopolita y claramente urbano, la industrialización se expandía creando la necesidad de fábricas, almacenes, edificios comerciales, las ciudades crecieron y se hicieron dependientes de la vorágine consumista que se expande y dificulta la creación de una arquitectura creativa. Por tanto se hicieron necesarias nuevas propuestas, nuevos materiales, un nuevo lenguaje y un nuevo modo de expresarlo.
Los nuevos materiales arquitectónicos de la industrialización como el hierro, el cristal, el cemento, el hormigón y sobre todo el acero y el hormigón armado… se utilizaron a gran escala y con gran dominio, con nuevas técnicas y nuevas formas. Se abandonó el Art Noveau y sus veleidades y se adoptó la sencillez y la simplicidad en la construcción.
La Primera Guerra Mundial marcó un antes y un después en la concepción de las ciudades y los edificios, casi al mismo tiempo surge en Holanda, Francia y Alemania el llamado Estilo Internacional, que permite construcciones baratas y, para bien o para mal, aún sentimos su influjo, porque ha llevado a que muchas de las ciudades perdieran su personalidad característica y se parezcan tanto unas a otras. El cubismo, que basa todo en el plano, tiene mucho que ver con este Estilo Internacional.
En este contexto surge la arquitectura racionalista debido a las necesidades prácticas y económicas tras la Gran Guerra. Los arquitectos racionalistas hicieron suya la máxima de que la función de un edificio condiciona su estructura. Se empezó a tener en cuenta todas las vistas del edificio, no solo su fachada; desaparece toda ornamentación; partiendo de volúmenes simples, se mezclan unos con otros, predominando las formar ortogonales, mucho más baratas que las curvas; las columnas de hormigón marcan la verticalidad y las ventanas se hacen apaisadas, con grandes superficies acristaladas para el aprovechamiento de la luz natural.
El organicismo es la otra vertiente, deriva del funcionalismo o racionalismo y se considera promovido fundamentalmente por los arquitectos escandinavos en la década 1930-1940. Parte de las formas de la naturaleza, las integra, intenta aprender de la capacidad para adaptarse, crecer y desarrollarse de la naturaleza. Su verdadera formulación pertenece a Frank Lloyd Wrigt cuando habla del sentido de lo interior como realidad, de la planta libre como flexibilidad y continuidad de ambientes, de la unidad entre interior y exterior, utilizando materiales naturales y planteando la casa como protección. El organicismo acepta muchas de las premisas del racionalismo, como la planta libre, el predominio de lo útil sobre lo meramente ornamental, la incorporación a la arquitectura de los adelantos de la era industrial, pero procura evitar algunos de los errores en que cae el racionalismo y aportar nuevos valores a la arquitectura.
Alvar Aalto, un arquitecto finlandés, del que hace poco tiempo vi una exposición sobre sus trabajos y que es otro de los propulsores de esta corriente, decía en 1940…. «La arquitectura es un fenómeno sintético que incluye prácticamente todos los campos de la actividad humana… En el último decenio, la arquitectura moderna ha sido funcional principalmente bajo el aspecto técnico, subrayando sobre todo el punto de vista económico de la actividad constructiva. Esto ha sido indudablemente útil para la producción de alojamientos para el hombre, pero ha constituido un proceso demasiado costoso, si se considera la necesidad de satisfacer otras exigencias humanas… El funcionalismo técnico no puede pretender ser toda la arquitectura… Si se pudiera desarrollar la arquitectura paso a paso, comenzando por el aspecto económico y técnico, y continuando después con las funciones humanas más complejas, entonces el planteamiento del funcionalismo técnico sería aceptable. Pero esto es imposible. La arquitectura no sólo cubre todos los campos de la actividad humana, sino que debe ser también desarrollada simultáneamente en todos esos campos. Si no, tendremos sólo resultados unilaterales y superficiales… En lugar de combatir la mentalidad racionalista, la nueva fase de la arquitectura moderna trata de proyectar los métodos racionales desde el plano técnico al campo humano… La presente fase de la arquitectura es, sin duda, nueva y tiene la precisa finalidad de resolver problemas en el campo psicológico…» (Aalto, Alvar. Noviembre de 1940. «La Humanización de la Arquitectura». The Technology Review: 14–16)
He elegido nueve arquitectos y sus obras más representativas para plasmar una época rompedora, que se atrevió a asumir riesgos y se adaptó a los nuevos tiempos que les tocó vivir.
AUGUST PERRET o LA ASUNCIÓN DE LA MODERNIDAD

Representa la evolución del racionalismo clásico.
De elegantes y depuradas proporciones, la construcción de esta iglesia fue la consagración del hormigón aplicado a una fórmula clásica, tan clásica que en su alta e isotrópica torre aparecen al menos dos relojes en las caras laterales, como si Perret tuviese miedo a la direccionalidad y la termina con una alta cruz latina. La simetría y la verticalidad están presentes en toda la obra. De hecho fue la primera iglesia construida enteramente en hormigón armado, adecuando la estructura al proyecto perfectamente.
Auguste Perret, está considerado el padre del hormigón, de hecho se le conoce como «el poeta del hormigón», y lo utilizó tanto en la estructura de los edificios, como para el ornamento en sus fachadas. Su nuevo clasicismo se basa en una reelaboración de la tradición francesa y se apoya en el clasicismo de geometría y claridad, utilizando figuras geométricas puras y simples y lo complementa con la coherencia estructural y ahorrando el mayor espacio posible. Huye del todo lo que recuerde al recargamiento del Art Noveau y la sinceridad en el uso de los materiales llevó a que su obra sea consideraba como Brutalismo.
ADOLF LOOS o LA CRUZADA CONTRA LA ORNAMENTACIÓN

Diseñada en 1927 para un importante empresario textil vienés, está situada en Potzleinsdorf, una de las zonas más cotizadas de la ciudad.
La fachada delantera es simétrica y fue diseñada para ser observada, la fachada trasera en cambio, es escalonada formando terrazas; de ese modo diferencia la parte pública de la privada. Pone en práctica su concepto de «Raumplan» (plan habitacional) según el cual el comedor es la parte fundamental y concretamente uno de sus rincones, desde el que se tiene una vista de toda la calle, lo convierte, de ese modo, en el centro de la casa, del diseño y de la arquitectura misma. Cada habitación correspondía a los fines a los debía servir. Su interior está realizado con materiales nobles, tan del gusto de Loos: mármol travertino, madera de ébano de Macasar y paneles de okume.
El movimiento constructivo de Adolf Loos, el Funcionalismo, «lo que determina una forma es su función», comienza a diseñarlo en 1897 y tuvo que enfrentarse para hacerlo posible a arquitectos y tradicionalistas, pero pronto consiguió imponer sus criterios y muchos fueron sus seguidores. El título de una de sus conferencias de 1908, «Ornamento y delito», da buena prueba del purismo que pretende alcanzar exigiendo que una construcción fuese un conjunto visible de fuerzas. Esta casa, construida en 1928, representa perfectamente el rigor y la coherencia que Loos perseguía: su enconada lucha contra la ornamentación y conseguir la independencia de la arquitectura frente al resto de artes. Para conseguirlo aprovecha las posibilidades de los nuevos materiales, como el hormigón armado. Con su obra consigue la simplificación de las formas y luchar contra el despilfarro y lo superfluo.
Adolf Loos fue un pionero, formado en la Sezession vienesa, está considerado como el padre del Movimiento Moderno, por sus obras de volúmenes simples y depurada ornamentación, el eslabón europeo con la arquitectura de Chicago y de quien bebió el círculo que publicaba «L’Esprit Nouveau», entre los que se encontraba Le Corbusier, que años después resolvió el desarrollo de planta libre.
WALTER GROPIUS – LA BAUHAUS

En esta obra Gropius plasma un claro racionalismo funcionalista. La fábrica de zapatos que construyó Gropius está al amparo del industrialismo tecnológico. La parte de oficinas, realizada antes de la Primera Guerra Mundial ya iba encaminada hacia ese fin.
El uso de hormigón armado y acero, que permite las esquinas acristaladas sin pilares de apoyo, con una estructura metálica de barras de hierro que sujeta los planos de vidrio de los ventanales y unos planos metálicos contribuyen a remarcar la distribución de las plantas. De ese modo nos permite acceder a su interior y los muros de cortina acristalados aportan una abundante luz natural. Esta construcción avanzaba otra, la sede de la Escuela de la Bauhaus en Weimar, realizada en 1919, convirtiéndose en uno de los sistemas constructivos característicos del Movimiento Moderno.
Gropius afirmaba que la forma exacta, con contrastes claros, la secuenciación de formas iguales y la unidad de forma y color, debían constituir la base del ritmo en la creación arquitectónica y en este edifico plasma esas ideas. Se trata de un bloque prismático, de tres plantas con base rectangular y cubierta plana, cuya estructura de hormigón armado con estrechos pilares de ladrillo cocido, de color claro, desplazados hacia el interior permite liberar los muros exteriores de cualquier función portante y su planta expresa perfectamente sus intereses comerciales modernos y funcionales.
POELZIG – NEUE SACHLINCHKEIT Ó NEUE BAUEN

El origen de la Nueva Objetividad, o en alemán Neue Sachlichkeit apareció en 1921 en oposición al llamado «Grupo de Noviembre», formado por expresionistas, cubistas y futuristas radicales y aunque en un primer momento ese nombre se aplica a la pintura, en realidad se trataba de una revolución contra la actitud mental de la época en todos los ámbitos, por tanto la arquitectura no podía quedarse al margen y nos describe los años de transición alemana, a principios de los años veinte en la cultura de Weimar, como una reacción directa a los excesos estilísticos de la arquitectura expresionista y el cambio en el estado de ánimo nacional hasta el auge del nazismo.
Abarcó exposiciones públicas como el Weissenhof Estate, el amplio planeamiento urbano y proyectos de promociones públicas de Taut y Ernst May, y los influyentes experimentos de la Bauhaus y dio como resultado lo que en Alemania se conoció como Neues Bauen (Nuevo edificio).
Si observamos el edificio Poelzig de la Goethe University descubrimos un edificio cuya fachada curva reduce el impacto de su mole. Su diseño era simple y funcional, ni elaborado, ni pesadamente decorado, característica de tiempos pasados. En todos sus ámbitos era muy importante la limpieza visual con contornos bien perfilados y trazos enérgicos, una técnica minuciosa y precisa que aporta muchos detalles.
La llegada del nazismo condenó gran parte del arte de esa época, considerándolo arte degenerado pero reutilizaron este edificio y lo usaron para sus más ruines fines.
NEOPLASTICISMO HOLANDÉS – DE STIJL

El arquitecto holandés Theo van Doesburg y el pintor vanguardista, también holandés, Piet Mondrian, son los creadores del movimiento artístico De Stijl, “El Estilo”, donde los colores puros y geometrías simples sirvieron de fuente de inspiración a esta construcción.
La casa Schröder se realizó en el extremo de una hilera de viviendas de finales del S. XIX y fue la materialización de los principios del movimiento, tal como Van Doesburg había enunciado en su texto «Hacia una arquitectura plástica»: «La nueva arquitectura es anticúbica, es decir, no trata de combinar todas la células espaciales funcionales en un cubo cerrado, sino que las proyecta centrífugamente desde el centro del cubo. De este modo la altura, la longitud y la profundidad, más el tiempo (cuatro dimensiones) adquieren una expresión plástica completamente nieva en espacios abiertos. De esta manera, la arquitectura logra un aspecto más o menos fluctuante, que contrarresta, por así decirlo, la fuerza de gravedad de la naturaleza».
La casa Schröeder parece definir su pensamiento, es elemental, económica, funcional, antimonumental, no decorativa y sin embargo dinámica. Ligera y abierta, como suspendida en el aire, sin simetría, ni repetición. Sin módulos y sin embargo equilibrada. Equilibro aportado por sus proporciones, su posición, su medida y su color. En definitiva la expresión más palpable de todo lo que el movimiento apoyaba, el equivalente tridimensional de un cuadro de Mondrian: planos lisos, ángulos rectos, el negro, el gris y predominando el blanco.
En el texto «Pensamiento-percepción-plasticismo» Van Doesburg dice: «El artista piensa en relaciones plásticas. El pintor en colores, el escultor en formas, el arquitecto en relaciones de espacio».
LUDVIG MIES VAN DER ROHE Ó «MENOS ES MÁS»

Tras la Primera Guerra Mundial Van der Rohe se unió a diversos movimientos de vanguardia (Novembergruppe, De Stijl) y empezó a realizar proyectos revolucionarios. Pronto tomó su propio camino teniendo siempre el trasfondo el neoclasicismo, de sus comienzos y a partir de 1923 tiene tres influencias principales: la tradición del ladrillo heredada de Berlage y la máxima de que «no debería construirse nada que no estuviese claramente estructurado»; la obra de Lloyd Wright anterior a 1910, pasada por el filtro de De Stijl y el Suprematismo de Malévich.
La Villa Tugendhat, paradigma de las construcciones unifamiliares pertenecientes a familias acomodadas de la época, se divide en tres niveles: El sótano donde están las instalaciones, una segunda planta donde encontramos las estancias para la vida diaria y una tercera que alberga los dormitorios y a la que se accede directamente desde la calle, está emplazada en una zona de acusada pendiente y es una adaptación del Pabellón de Barcelona, de una enorme simplicidad y una continuidad de los espacios, que parecen no tener principio ni fin. Su concepción del «plano libre» le ha valido la consideración de «un ejemplo remarcable del estilo internacional en la arquitectura moderna tal como se desarrolló en Europa en el correr de los años veinte» por la UNESCO.
LE CORBUSIER Y EL SPRIT NOUVEAU

Le Corbusier es una de las figuras más importantes en la arquitectura del S. XX y encarna el espíritu de experimentación del movimiento moderno.
Sus comienzos como pintor cubista marcaron su trayectoria posterior y plasmó en esta obra los cinco puntos de la nueva arquitectura, un sistema por el que podrían combinarse para dar respuesta a cualquier edificio: La utilización de «pilotis», soportes cilíndricos de hormigón que sustituyen a las columnas y que separan el edificio del terreno para evitar humedades. Tejado plano sobre que va una terraza-jardín. Planta libre para colocar los tabiques sin necesidad de apoyo sobre pilares. Ventanas longitudinales que recorren la fachada aportando luz natural al interior y una fachada libre para abrir los huecos sin las limitaciones de los muros de carga.
En este caso proyectó un prisma blanco con rampas y amplios ventanales, apoyado sobre delgados «pilotis» de hormigón armado y una escalera central que asoma al exterior por la terraza cual si fiera la chimenea de un barco. No hay que olvidar su gusto por el maquinismo. Se trata de una verdadera máquina para vivir, utilizando su célula habitable hecha en serie, muy práctica, confortable y bella.
Le Corbusier fue el precursor del organicismo, que concibe el edificio como un organismo vivo, que crece de dentro a afuera y que se va adaptando a las necesidades de los habitantes, por tanto el exterior se acomoda al interior. Le preocupaba especialmente el caos que se generaba en las ciudades, provocando su degradación, asi que utilizando sus cinco puntos y su «modulor» (todo a la medida del hombre), lo aplicó a las ciudades, creando edificios separados del suelo para implementar áreas verdes. Su sueño era una metrópolis orgánica.
FRANK LLOYD WRIGHT Y EL ORGANICISMO

Frank Lloyd Wright, pasó su infancia y su adolescencia en una granja de Wisconsin, donde vivió en estrecho contacto con la naturaleza, condicionando su posterior concepción de la arquitectura. Perteneció a la Escuela de Chicago y es el gran teórico del Organicismo.
Sus primeras construcciones fueros las llamas «casas de la pradera» de clara tradición americana. Su gran batalla fue la conquista del espacio interior de la casa y la adaptación de los materiales de construcción a los naturales. Su verdadera obsesión era fundir la casa con la naturaleza, incluidos los interiores, en los que no admitía ningún objeto que no hubiera fabricado él mismo, pecando en algún momento de falta de buen gusto e incluso de egoísmo.
Construyó la Casa Kaufmann adaptándose a las desigualdades del terreno, suspendida sobre una cascada, por tanto se hace inevitable la asimetría en sus terrazas voladizas, todo el entorno se funde con la construcción. Deshecha las grandes cristaleras y hace que la luz que entre en la casa lo haga de modo indirecto para evitar decolorar o deformar los objetos. La chimenea, que hace más acogedora la casa, es otra de sus aportaciones, evitando utilizar los nuevos sistemas de calefacción, que calientan demasiado. Arquitectura y naturaleza se hacen uno incluido el color beige, para que no altere la armonía del bosque que la circunda.
A raíz de esta construcción, Bruno Zevi definió el concepto de arquitectura orgánica u organicismo, corriente de la que Wright es considerado el máximo exponente, pese a que no la formuló teóricamente.
ALVAR AALTO – LA TRADICIÓN NÓRDICA

Con un romanticismo nacionalista, Alvar Aalto, otro de los organicistas más importantes, no solo diseña edificios sino también mobiliario. La heredera de la firma Ahiström (gran empresa de madera, papel y celulosa) le invitó a diseñar una colección de mobiliario para su producción en serie. Como consecuencia se creó la empresa de muebles Artek para la distribuirlos y la fábrica de papel Sunila.
Todo el complejo está situado en una isla rocosa y algunas de sus riberas descienden hacia el mar de forma abrupta. Todo se respetó, incluso los pinares entre los edificios. El centro del complejo es el edificio de administración para supervisar los procesos de producción. Las materias primas llegan en cintas transportadoras desde los almacenes y desde allí, el proceso de producción tiene varias fases hasta llegar a la zona del puerto de Kotka, donde el producto se carga en los barcos. Su estructura es de acero y cemento, recubierto de ladrillo rojo y los almacenes y la torre de extracción son de cemento visto o pintado de blanco. Al otro lado del istmo se construyeron las casas, de dos y tres plantas repartidas en una zona boscosa, para los trabajadores e ingenieros de la fábrica.
Es un modo de construir discreto pero sumamente interesante, que continúa la tradición nórdica, uniendo lo clásico con las necesidades específicas, respetando los entornos y uniendo naturaleza y modernidad.