BORROMINI Y SAN CARLO ALLE QUATTRO FONTANE

 

Francesco Borromini (1599-1667) nació en Bissone, cerca de Lugano, era pariente de Carlo Maderno, arquitecto de origen italiano, nacido en Capolago,  en el cantón del Tesino, que pertenecía a una familia de canteros, sobrino a su vez de Domenico Fontana, con quien se formó en Roma, como cantero y estucador.

Maderno fue el protector de Borromini. Cuando llega a Roma en 1620, Maderno, conocedor de su talento, le toma como ayudante y trabaja con él en el Palazzo Barberini, en San Andrea della Valle e incluso en San Pedro del Vaticano. También trabaja con Bernini, arquitecto papal a la muerte de Maderno.  Borromini, hombre solitario e incluso enfermo mental según algunos, rompe con Bernini en 1633, alimentando una oposición, apoyada por su envidia, que no termina sino con su suicidio, aunque parece que no fue ese el motivo de su grave depresión.

AXONOMETRÍA Y PLANTA

Borromini es un artista original y personalísimo, con un concepto de la arquitectura totalmente novedosa y sin raíces clasicistas, como un artista progresista, enraizado en su tiempo y con la valentía suficiente como para proponer soluciones rompedoras con todo lo anterior.  Realmente Borromini encarna el espíritu del Barroco, utilizando su pasión y una imaginación desbordante, convirtiéndose, de ese modo, en el primer artista moderno.

PORTADA

Para construir San Carlo alle Quattre Fontane, que comprendía un convento, sus dependencias y una capilla, le ofrecen un espacio pequeño e irregular, que él resuelve con maestría.  Pero es en la iglesia donde muestra toda su sabiduría e imaginación.  La coloca en una esquina del solar que coincide con un chaflán de los cuatro que produce el cruce entre dos calles.  La calle a la que mira la portada es muy estrecha, por lo que la verticalidad no debía ser muy pronunciada y para disimularla, Borromini alabea la fachada con entrantes y salientes cóncavo-convexos.

Después se accede a un espacio ovalado orgánicamente, aunque todo está calculado geométricamente; oval que no resulta rígido pues se alabea siguiendo el ritmo de la fachada.  Una serie de pilastras adosadas al muro enmarcan espacios y puertas, sin interrumpir la visión que se dirige al altar mayor, al tiempo que sostienen remarcando el entablamento, sabiamente curvado para servir de arranque a las pechinas que sostienen la bóveda cupulada, igualmente oval, y adornada con casetones hexagonales y octogonales que dibujan cruces con sus lados.  Son profundos, con lo que distribuyen luces y sombras.  La luz procede de una linterna, además de unas aperturas en el anillo de arranque de la bóveda, disimuladas con unas preciosas hojas estilizadas.

El claustro, de dos pisos, es hexagonal pero ovalado, con columnas unidas formando un entablamento de dos en dos y entre ellas arcos de triunfo en toda la zona baja y la alta, también con columnas y recorrida por una balaustrada.

Bajo la iglesia hay una pequeña cripta, que sigue el modelo superior.

Esta obra cobró fama inmediatamente y fue estudiada e imitada por todo el mundo, más que en la propia Roma, donde reinaba Bernini.

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