Existe un lugar encantado, a medio camino entre Dublín y Galway, donde paseando entre cruces celtas, aún puedes sentir la presencia de los monjes, sus espíritus, sus rezos, sus cantos, donde se puede soñar con lo que un día fue.
Clonmacnoise (Cluain Mhic Nóis) significa «Prado de los Hijos de Nós». Fue fundado por San Ciarán alrededor del año 545/548 d.C., junto a lo que entonces era uno de los cruces de caminos mas importantes del país, que unía el Camino Real (Highway of the Kings) y el Rio Shannon.
Muy cerca de este emplazamiento se haya la Colina de Tara, lugar de coronación de los reyes irlandeses y donde todas las grandes tribus irlandeses se reunían en la Gran Sala para elegir a su lider.
Clonmacnoise fue uno de los monasterios más importantes del país y a él llegaban monjes de numerosos puntos de Europa a completar sus estudios, la literatura y el arte eran sus puntos mas fuertes. Sobrevivió a numerosos incendios y robos ocasionados por Vikingos, Anglo-Normandos y los propios irlandeses. Con el tiempo el lugar entró en decadencia hasta que en el siglo XVI se convirtió en ruinas.
El conjunto de las ruinas está compuesto por una catedral, siete pequeñas iglesias y dos torres y por todas partes hay muchas cruces celtas coronando centenares de lápidas de piedra. Las más importantes son réplicas, ya que las originales están en un pequeño museo allí mismo, a fin de resguardarlas de las inclemencias del tiempo.
La llamada Catedral de Clonmacnoise, despojada de su techo como casi todos los edificios de la zona, fue fundada en el año 909 por Flann Sianna (Rey de Irlanda) y el abad Colmán. Bajo sus cimientos hay numerosas tumbas pertenecientes a la Familia Coghlan. El último de los Grandes Reyes de Irlanda, Rory O’Connor (Ruaidrí Ua Conchobair) fue enterrado cerca del altar en 1198. Se han restaurado algunas partes con cierta controversia, como el Arco de Whispering, que se reconstruyó en estilo gótico.
Junto al rio Shannon se haya la Torre de Finghin, del siglo XII., cuya cúpula fue derribada por un rayo en el mismo siglo de su construcción y reconstruida inmediatamente, pero lo más interesante son las cantidad de Cruces Celtas, de origen irlandés y fácilmente reconocibles por el circulo que bordea una cruz cristiana. Lo curioso es que solamente se erigieron hasta el siglo XV, pero en el S. XIX el nacionalismo irlandés, las resucitó, convirtiéndose en el emblema de Irlanda.
En el pequeño museo nos encontramos con los originales de la llamada Cruz del Sur (ornamental) y la Cruz de las Escrituras, bellamente labrada. La Cruz de las Escrituras mide 4 metros de altura y fue esculpida a partir de un único bloque de arenisca hacia el año 900. Es una de las cruces célticas más bellamente trabajadas de Irlanda y reviste un interés especial por sus inscripciones, que constituyen una plegaria dedicada a los hacedores de la cruz y de la Catedral, Flann y Colmán. La superficie de la cruz está dividida en paneles, mostrando escenas que incluyen la Crucifixión, el Juicio Final y Cristo en la Tumba.
Irlanda es una tierra de misterios, donde el hombre se siente pequeño ante la belleza de sus paisajes y la antigüedad de sus monumentos.