Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio por su pueblo natal, cerca de Bérgamo (1573-1610), nos presenta una pintura realista, cruda y descarnada, carente de la belleza clásica o idealizada. Recurre a personajes de la calle para presentarnos unas imágenes reales y naturales, de rostros sin dulcificar, vestidos poco o nada lujosos, de ademanes casi groseros y expresiones rudas y directas. Pero en su obra no solo hay tenebrismo, en ella existen muchos matices y variantes que obligan a no encorsetar a Caravaggio bajo un solo título formal.
Pasó un tiempo de formación en Milán con maestros de segunda categoría pero no queda ninguna obra de esa época y es imposible juzgarlas. Viaja a Roma donde se «cuece» el arte más interesante, pero pasa bastante desapercibido y del 90 al 99 se dedica a pintar paisajes, obras de género y alguna obra donde empieza a despuntar su genio creativo, como su «Autorretrato como Baco o Baco enfermo» (1593-94), en la que según Graham-Dixon «hay algo de aprendiz de brujo con insinuaciones de comportamientos ilícitos», que debió pintar para Guiseppe Cesari, que en 1607 se enfrentó imprudentemente al codicioso sobrino papal Scipione Borghese, admirador del trabajo de Caravaggio, ofreciéndole una oferta insultantemente baja por las pinturas, Cesari cometió la temeridad de rechazarla. Borghese utilizó su influencia para que lo detuvieran con cargos amañados y se apropió de las 105 obras de la colección. Este cuadro y el de «Muchacho con cesto de frutas» pertenecen desde entonces a la colección Borghese.
Hacia 1599 y a través de Costantino Spata, que tenía una tienda en la plaza que daba a San Luigi dei Francesi, y había vendido alguna de sus obras, conoce a su benefactor, el cardenal del Monte, gran amante del arte, que le invita a su casa, El Palazzo Madama de Roma, y cuidaría de Caravaggio en los siguientes cruciales años de su vida. Gracias a él entra en círculo de los más poderosos e influyentes coleccionistas de Roma. Las obras que llamaron a atención del cardenal fueron «La buenaventura» y «Los Tahúres», primera está en el Museo Capitolino de Roma y la segunda en el Kimbell Art Museum de Fort Worth, Texas. A pesar de que los historiadores de arte llamaron a este tipo de obra, pintura de género, no existía una pintura de género de esta naturaleza hasta que Caravaggio la inventó. Introdujo un nuevo concepto en el arte, el del drama de los bajos fondos. El gusto por este tipo de obras creció rápidamente y se extendió por toda Europa. Los tahúres de Caravaggio dieron lugar a un mundo de tramposos de la mano de Bartolomeo Manfredi en Italia, Rembrandt en Holanda o Georges La Tour en Francia.
A partir de esa fecha comienza una etapa plena de obras importantes, entre ellas un nuevo «Baco», pintado entre 1597 ó 1598, que poco tiene que ver con el anterior y en el que despuntan cualidades personales que posteriormente eclosionarán en caminos más meditados y profundos. Caravaggio nos presenta a un dios sentado (novedad que tenía algún antecedente) con pámpanos en el tocado y la copa como toda iconografía. La mesa es un bodegón ilustrativo. Pinta a un joven hermafrodita, de carnes blancas, labios sensuales y postura amanerada, sobre un fondo neutro y sin ningún volumen, indicado sin embargo por el escorzo del brazo y la mano que sostiene la copa. El brillante colorido le acerca a los venecianos. Se trata de una obra sofisticada y cortesana, calculada para atrapar la mirada del observador. Destila sensualidad y sin embargo tiene los ojos solemnes y tristes. Los que perciben su aspecto cristiano quiza se hayan fijado en que la toga que lleva también parece una mortaja; el vino que ofrece, el vino de su sangre, a la que alude la sombra en forma de corazón proyectada por la licorera. La aparente promesa de goce físico se ha transfigurado en un don metafísico. Pero lo novedoso e importante de esta obra es que no retrata al dios Baco objetivamente, según la tradición simbólica e iconográfica, sino que interpreta al dios desde la subjetividad, es decir, desde su propia experiencia, desde sus deseos y aficiones, desde su individualidad rica en sensaciones. Este cambio de objetividad a subjetividad indica la inflexión del mundo barroco respecto a lo anterior.
Hola Marisa.
Me gustaría felicitarte por la labor que estás haciendo en este blog. Siempre que puedo leo tus publicaciones y me resultan más que interesantes para todos los públicos. Yo, como tú, soy Historiador del Arte por la Universidad de Valencia, dónde también cursé un Máster dedicado a la Investigación. Actualmente también tengo dos blogs especializados que tratan sobre estos temas tan apasionantes. Desafortunadamente, sólo he podido crear una apariencia visual muy vistosa y todavía no he conseguido publicar nada… Aún así, felicidades de nuevo por esta gran labor de difusión cultural!!!
Muchas gracias Adrián, debería dedicarle más tiempo pero lo cierto es que comenzó siendo un divertimento y cada vez va teniendo más enjundia. Si quieres hacer algo que merezca la pena, hay que dedicarle muchas horas y no siempre contamos con ellas. Miraré tus blogs y ya te contaré mi parecer. Gracias por tus comentarios.