El período de esplendor de la Grecia del segundo milenio a.C. (1600-1100) recibe el nombre de «micénico» por el nombre de la ciudad-estado más poderosa del momento: Micenas, en la que gobernaba el mítico rey Agamenón. Se corresponde con la Edad de Bronce Reciente en la Historia Universal. Hacia 1600 a.C. irrumpe en Grecia una nueva oleada de población de lengua es griega, como lo certifican las tablillas de barro escritas en «Lineal B».
Hasta ese momento Creta había sido el centro cultural más desarrollado, de población aún no indoeuropea. Los micénicos, atraídos por el brillo de la civilización cretense adoptan muchas de las características culturales minóicas y terminan adueñándose del Egeo: las naves micénicas surcan el Mediterráneo en todas direcciones. En este contexto se entienden bien los relatos de La Iliada y la Odisea. En estos poemas hay muchos elementos de la época micénica.
Frente a la pacífica población agraria de la zona, aparece una brillante cultura. Se construyen fortalezas, traen el carro de guerra de dos caballos; sobresale el esplendor de sus armaduras; se trata de una sociedad varonil y patriarcal, con un sistema político: la monarquía, que usan con frecuencia el ámbar en las joyas, desconocido antes en la cuenca del Mediterráneo.
Entre 1200 y 1100 a.C. los distintos enclaves micénicos son atacados y destruidos. Los expertos no se ponen de acuerdo en las causas: unos piensan en la llegada de una nueva oleada griega: los dorios, que destruyen los palacios micénicos y otros se inclinan por una revuelta social. En cualquier caso, hacia 1100 es destruida la fortaleza de Micenas, con lo que termina una importante etapa en la historia griega.
El llamado Círculo A, es un recinto de tumbas reales del siglo XVI a.C. El recinto estaba situado al pié de las murallas y hacia el 1250 a.C. se modificaron las antiguas murallas para incluirlo dentro, construyendo un muro circular alrededor de las fosas para soportar el empuje de un relleno de tierras, que se coronaba con una plataforma superior. Sobre ella se construyó un nuevo muro circular formado por dos filas concéntricas, separadas aproximadamente por un metro, de losas de piedra clavadas en el suelo. La cavidad entre ellas se rellenó con piedras pequeñas y se cubrió con lajas horizontales. Sobre las tumbas se erigieron estelas decoradas con relieves de caza, escenas de guerra o juegos atléticos.
El gran recinto, de unos 26 m. de diámetro, descubierto en 1876 por Heinrich Schliemann contenía un total de 20 cadáveres y unos ajuares muy ricos armas, herramientas y recipientes de bronce, vasos cerámicos y de plata, piezas de marfil, ámbar y oro. Las tumbas de fosa, de la I a VI, contenían varios cuerpos (en total 18 personas: 8 hombres, 9 mujeres y 1 niño) y ocho tumbas corrientes, pequeñas y poco profundas. El mobiliario de las tumbas III, IV y V, las más recientes, es incomparablemente más rico que el de las tumbas I, II y VI. La más rica era sin duda, la IV, que albergaba a 2 mujeres y 3 hombres y contenía entre otros objetos, tres de las cinco famosas máscaras de oro halladas, 5 vasos de oro y 11 de plata. Algunos de estos vasos son considerados como piezas minoicas, importadas desde Creta o realizadas por artesanos que trabajaban en Micenas, otros son claramente micénicos.
La pieza más llamativa era una máscara de oro macizo a la que el propio Schliemann, puso nombre, dando por sentado que se hallaba en su tumba y ante su cuerpo. No se halló dentro del tholos, conocido como la Tumba Atreo, como comúnmente se piensa. Hoy sabemos que todos los materiales de esas tumbas, están fechados entre 1550 y 1500 a.C., es decir, unos 300 años antes del mítico rey que atacó Troya. Los arqueólogos han deducido que corresponden a otros jefes micénicos que participaron en una expedición a Egipto, teniendo en cuenta los diversos objetos de esta procedencia. Los de oro pudieron ser el pago por participar en la campaña contra los hicsos durante la Dinastía XVII. Además, esta máscara y las otras encontradas estaban puestas sobre la cara del difunto, una tradición claramente egipcia.
En la zona más alta de la ciudad se encontraba el palacio, que ocupaba tres terrazas artificiales, soportadas por muros ciclópeos y con unas espectaculares vistas de todo el territorio. Las construcciones del nivel superior, probablemente las dependencias de la familia real, fueron prácticamente eliminadas por el templo, cuyos vestigios pueden verse aún, que se erigió en la época arcaica y se reconstruyó en la helenística. El palacio tenía dos entradas: una en el nivel superior, donde terminaba la rama noroeste de la Gran Rampa, y la otra, de peor calidad, que se reservaba a visitantes oficiales en un nivel inferior. La entrada noroeste del palacio, formada por un pórtico apoyado en su zona central sobre columnas de madera sobre basas de piedra, que aún se conservan. El mégaron, patio rectangular, con hogar en el centro, que se destinaba a audiencias y reuniones, se situaba en el lado este y era el lugar donde el wanax y su corte desarrollaban sus actividades. Estaba precedido de un pórtico con dos columnas de madera, con suelo de yeso y muros decorados con triglifos y rosetas. A la sala del trono se llegaba a través de una gran abertura, aún puede distinguirse el umbral. En el centro se encuentra un gran hogar, formado por un anillo de piedras alrededor de un núcleo de arcilla, revestido con estuco pintado. La zona del hogar estaba limitada por cuatro columnas de madera, cuyas basas se conservan, que sostenían el techo, provisto de una abertura, el opaion, para permitir la entrada de luz y la salida del humo del hogar. El trono debía estar situado contra el muro, a la derecha de la entrada, pero esa parte se hundió por corrimientos de tierra.
El Tesoro o Tumba de Atreo, es un tholos o tumba abovedada, un estilo de tumba micénica. Se le adjudicó a Atreo, padre de Agamenón, que encabezó la guerra de los aqueos contra Troya, porque fue datado en el S. XIII a.C. Sigue el modelo de tumba precedida por un corredor, un dromos, con una monumental puerta de 5 metros de altura, rematada por un dintel monolítico, que pesa unas 120 toneladas y consta de dos cámaras, a las que se accede por un pasillo interior con dos dinteles de piedra. La más grande es la llamada de «falsa bóveda», que se diferencia de las reales por la inclinación de las hiladas de piedras concéntricas que la componen. La otra cámara es una simple tumba excavada en la roca.