Considerado como una de las obras maestras del arte mundial, integra la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad, es uno de los sitios mas interesantes en historia y carácter cultural del territorio portugués y donde se conservan los restos del Rey Pedro y la Reina Doña Inés de Castro.

La abadía fue construida por los monjes de la Orden del Cister en 1153 y fundada por el rey Alfonso I Enríquez. Su interior es del más puro estilo gótico, difundido por orden de San Bernardo o Cister en todo el continente y es el mayor de todo el territorio portugués. Al gozar de numerosos privilegios y de importantes donaciones reales, Alcobaça no tarda en convertirse en la abadía más poderosa de Portugal. En 1290, el rey Dionis manda construir el claustro. Los monjes desempeñan un importante papel en la economía y la política del reino. En 1475 se instaura la encomien
da la encomienda y su abad, que a partir de entonces será nombrado por el rey, se convierte en dueño y señor absoluto de una inmensa hacienda. En 1567, con la aprobación del Papa Pio V, los monasterios cistercienses de Portugal deciden reformarse y recuperar su independencia, reagrupándose en la Congregación de San Bernardo de Portugal, de la que será abad general el abad de Alcobaça, a partir de entonces con un mandato de tres años y responsable de visitar los monasterios del reino, no solo cistercienses, sino también benedictinos.
En el S. XVIII los monjes deciden renovar los altares, le dan a la iglesia una fachada barroca y se dota de una de las bibliotecas más grandes del reino. El terremoto de 1755 y la inundaciones de 1772 dañan los edificios, causando enormes pérdidas materiales. En 1811, los soldados del conde de Erlon profanaron las tumbas de Inés de Castro y del rey Don Pedro en busca de tesoros, mutilando sus figuras y estatuillas. Cuando en 1834 son abolidas las órdenes religiosas, los monjes abandonaron el monasterio.
La fachada de la iglesia abacial, de gran portada gótica y con dos imponentes torres, fue reconstr
uida en el S. XVIII en plena época barroca, sin embargo, el interior ha conservado la simplicidad y la majestuosidad de finales del S. XII. La grandeza y pureza de sus líneas, que se elevan anunciando el gótico, componen una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense. Esta enorme iglesia de ciento seis metros de largo y veinte de alto, se edificó siguiendo el mismo plano de la abadía de Claraval, reconstruida tras la muerte de Bernardo. Cuenta con una gran nave central y naves laterales de bóvedas de crucería, un gran crucero al que se abren cuatro capillas y una cabecera con girola y capillas radiales.
En los braz
os del crucero se encuentran las estatuas yacentes de Inés de Castro y el rey Don Pedro, obras maestras de la escultura funeraria gótica portuguesa. En 1336, D. Pedro, hijo del rey de Portugal, Alfonso IV casa con Constanza, infanta de Castilla, pero se enamora perdidamente de una de las damas de honor de su esposa, Inés de Castro. Tras la muerte de Constanza en 1345, se casa clandestinamente con Inés, con la que ya tiene varios hijos. Su padre, Alfonso IV teme que los hermanos de ésta, que pertenecen a una familia noble e influyente de Castilla, se inmiscuyan en los asuntos del reino y para proteger los derechos del heredero legítimo, manda asesinar a Inés en Santa Clara, en las afueras de Coímbra. Preso de la ira y de la desesperación, Don Pedro se rebela contra su padre y asola con sus hombres la región entre el Duero y el Miño. Cuando accede al trono a la muerte de su padre, obtiene la extradición de los asesinos de Inés, refugiados en Castilla y los condena al suplicio y la muerte. Reconoce a Inés como esposa legítima y ordena que su cuerpo sea trasladado a Alcobaça.
No sabemos si es cierta la leyenda que dice que el rey hizo sentar el cadáver de Inés en el trono a su lado para que la coronaran y que la corte le rindiera honores. En cualquier caso, y según sus deseos, la tumba del rey está colocada en la iglesia de Alcobaça delante de la de la reina, enfrentadas por los pies para que el día del Juicio Final, al levantarse, se vuelvan a encontrar cara a cara, unidos para siempre. La trágica historia de Inés inspiró a Vélez de Guevara la obra «Reinar después de morir» y a Montherlant, «La reina muerta»
El colateral norte da acceso al Claustro del Silencio, construido entre 1308 y 1311, durante el
reinado de Dionis, sus galerías de bóveda de crucería ojival, se abren a un jardín central por arcos de rosetones en sus tímpanos y están divididos en dos o tres vanos mediante columnillas geminadas. El piso superior se añadió en el S. XVI. En la galería occidental está la Sala de los Reyes, del S. XVIII, en la que, colocadas sobre consolas a media pared están las estatuas de los reyes portugueses hasta Don José, obra de los monjes y un mosaico de azulejos que recoge la historia de la fundación del monasterio.