IGLESIA DE GESÙ NUOVO (Nápoles)

 

FACHADA PRINCIPAL

La iglesia del Gesù Nuovo, junto con los edificios adyacentes de la Casa Profesa y del Palacio de las Congregaciones, constituía el conjunto más importante y prestigioso fundado en Nápoles por la Compañía de Jesús.  La iglesia nació de la transformación de uno de los más hermosos palacios de la Nápoles renacentista, él de los Sanseverino, príncipes de Salerno, construido en 1470 por el arquitecto Novello de San Lucano.   Tras la rebelión de 1547 contra el virrey don Pedro de Toledo, causada por el intento de éste de introducir en el Reino la Inquisición española, Ferrante Sanseverino cayó en desgracia y sus bienes fueron confiscados y vendidos, ocasión que aprovecharon los jesuitas para comprar el palacio, pagando por él la considerable suma de 46.000 ducados.  La elección de los jesuítas no fue casual, de hecho el palacio, dada su situación, podía convertirse en un edificio de culto, satisfaciendo de ese modo, los deseos de los nobles napolitanos, que no querían que el palacio real de los Sanserverino fuera demolido.

PLANTA

Las obras, financiadas por Isabel Feltria de la Rovere, princesa de Bisignano, fueron encargadas al arquitecto jesuita Giuseppe Valeriano, que, aprovechando las áreas internas del palacio y del jardín, realizó un templo con planta de cruz griega (el brazo longitudinal ligeramente más largo), contenido en el perímetro del palacio anterior, utilizando los paramentos murales ya existentes, comprendiendo también la fachada.

Estaban formados por almohadillas de traquita cortados en forma de diamante, una estructura mural singular que representaba un ejemplo único en la arquitectura napolitana y que en Italia cuenta con pocos ejemplos: palacios Bevilacqua en Bolonia, de los Diamantes en Ferrara y él llamado «lo Steripinto» en Sciacca.  Además las almohadillas del edificio napolitano, presentan en la superficie singulares incisiones,  las marcas de los lapidarios, o sea signos que los canteros dejaban como firmas para que el jefe de obras, después de controlar el número de piedras que habían tallado, pudiera dar a cada obrero el pago correspondiente.

La iglesia fue consagrada el 7 de octubre de 1601 y dedicada a la Virgen Inmaculada, pero, desde el principio, fue llamada «Gesù Nuovo», para distinguirla de la otra iglesia preexistente de la Compañía, a la que, en consecuencia, se le dio el nombre de Gesù Vecchio.  Al entrar en la iglesia, se percibe una sensación de profundo estupor por la extraordinaria riqueza decorativa interior que, no obstante el dominante tono barroco, fue realizada en un período de tiempo que va desde los primeros años del siglo XVII hasta todo el siglo XX.

El Gesù Nuovo guarda un repertorio que nunca la producción napolitana había visto, a cuya realización concurrieron no sólo protagonistas renombrados, entre los cuales estaban Giovanni Lanfranco, Cosimo Fanzago, Luca Giordano y Francesco Solimena, así como muchos artesanos: entalladores, canteros, latoneros, estucadores, que con su maestría contribuyeron a acrecentar la magnificencia de la iglesia.

La cúpula de la iglesia fue construida entre 1629 y 1634 por el arquitecto fray Agazio Stoia y pintada al fresco por Giovanni Lanfranco entre 1635 y 1636. Tras derrumbarse en 1688 debido a un terremoto, sobrevivieron sólo los cuatro Evangelistas representados en las pechinas, uno de los cuales, San Mateo, lleva la firma LAN/FRAN/CUS. Destruida también la segunda cúpula construida por Arcangelo Guglielmelli y pintada al fresco por Paolo de Matteis entre 1713 y 1717, la actual «escudilla» realizada en cemento armado en 1973 es la copia de la tercera cúpula construida por Ignazio di Nardo alrededor de 1784 y después destruida por problemas estructurales.

Cada rincón, cada capilla guarda joyas increíbles.  El ábside exalta la figura de la Virgen Inmaculada a través del ciclo de frescos de Massimo Stanzione y un conjunto de esculturas, cuyo centro es la efigie en mármol de la Virgen Inmaculada, de Antonio Busciolano en 1859.  Las figuras de Ángeles y el Globo en lapislázuli sobre el cual se yergue la estatua es lo que queda de una espectacular composición escultórica del siglo XVIII. La estatua de la Virgen, dentro en un amplio y profundo nicho, está en el centro de la escenográfica pared de mármoles policromados, realizada en la primera mitad del XVII por Cosimo Fanzago, que imprimió un ritmo a la superficie parietal mediante la inserción de seis columnas de alabastro:  las centrales flanquean el susodicho nicho, mientras que las laterales enmarcan dos altorrelieves, que representan San Ignacio y San Francisco Javier, del taller de Vaccaro, y las estatuas de San Pedro y San Pablo, obra de Busciolano.

La primera capilla de la nave derecha es dedicada a San Carlo Borromeo, personaje de relieve de la Contrarreforma, y además amigo y protector de la Compañía de Jesús.  El Santo, arzobispo de Milán, fue representado en éxtasis en la pintura que domina el altar por Giovan Bernardo Azzolino, autor también del ciclo de pinturas al fresco de la bóveda, que representa su obra de asistencia a los apestados (1618-1620).

La Capilla de San Francisco Javier, que corresponde al brazo derecho del transepto, exalta la figura del iniciador de las misiones jesuíticas en la India y en Japón. Es protagonista de los frescos de la bóveda de Belisario Corenzio y de Paolo de Matteis, del cuadro del altar, de Giovan Bernardo Azzolino de 1640, que lo representa en éxtasis y las tres pinturas de la parte superior de Luca Giordano, realizadas entre 1676 y 1677, que representan: el central, el Santo cargado con las cruces; él de la derecha, bautizando a los indios, y él de la izquierda, el Santo que por milagro halla el crucifijo entre las bocas de un cangrejo.  Una modesta estatua de madera, colocada bajo el altar en 1934, recuerda su muerte solitaria, que tuvo lugar en la isla china de Sancián. Trabajaron a la decoración del rico revestimiento de mármol de la capilla, entre 1642 y 1655, Donato Vannelli, Antonio Solaro y Giuliano Finelli.   Las estatuas de los nichos, situadas a los lados de la pintura del altar, que representan San Ambrosio y San Agustín y que provienen de la capilla de San Carlo Borromeo, son obras de Cosimo Fanzago.

La capilla siguiente fue edificada por los jesuitas en memoria de su primera benefactora, Roberta Carafa, duquesa de Maddaloni. Hasta aquel momento la capilla fue dedicada al Crucifijo que, flanqueado por la Virgen Dolorosa y por San Juan Evangelista, se admira todavía hoy en día en el altar. Las tres esculturas de madera se caracterizan por un fuerte expresionismo, que destaca gracias a la intensidad de los colores.  Se atribuye el grupo a Francesco Mollica, artista de la segunda mitad del siglo XVI. A los lados del altar hay dos nichos que acogen otras tantas estatuas de madera: a la derecha la del XIX de San Juan Edesseno, cuyas reliquias se guardan en una urna cineraria romana del siglo IV, proveniente del área de Villa Melecrinis en Nápoles, y, a la izquierda, la del XVIII de San Ciro, médico y ermitaño egipcio, a cuyas reliquias, colocadas en la urna bajo el altar, acuden todavía hoy en día cientos de fieles.

La Capilla de San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, fue diseñada por Cosimo Fanzago, que trabajó para él en períodos alternos desde 1637 hasta 1655, con la ayuda de Costantino Marasi y Andrea Lazzari. A través del empleo de volúmenes contrapuestos, que destacan debido a un continuo juego de luces y sombras, crea nuevos espacios para acoger las obras pictóricas y escultóricas, exaltando su significado religioso y espiritual.  Suyas son también las estatuas de los profetas David y Jeremías, realizadas entre 1643 y 1654. Encima del altar se encuentra una pintura de la Virgen con el Niño entre San Ignacio y San Francisco Javier de Paolo de Matteis, realizada en 1715 para la iglesia de los Jesuitas de Tarento.  (Imposible de fotografiar)

Una de las obras más célebres del Gesù Nuovo es sin duda el fresco de la contrafachada,  que representa la Expulsión de Heliodoro del Templo, y que se considera unánimemente la obra maestra de la madurez de Francesco Solimena, firmada y fechada 1725.  Bellos ciclos de frescos revisten las bóvedas del crucero y de la nave principal, por ejemplo las diez pinturas de la bóveda de cañón desarrollan el tema del Nombre de Jesús, del cual la Compañía toma su denominación, los frescos fueron ejecutados por Belisario Corenzio entre 1636 y 1638 pero, a finales del siglo XVII, los dos paneles centrales fueron repintados por Paolo de Matteis con el Triunfo de la Inmaculada y de San Miguel contra los demonios y la Circuncisión de Jesús.

PALAZZO VECHIO

 

El Palazzo Vecchio (Palacio Viejo), antiguamente conocido como Palazzo della Signoria, es la sede del Ayuntamiento de Florencia. El palacio se encuentra en la Piazza della Signoria.

El gobierno de Florencia encargó su construcción al ilustre arquitecto Arnolfo di Cambio, a finales del siglo XIII. El nuevo edificio debería tener la solidez necesaria para albergar a la Signoria, los Priori (el consejo de la ciudad) y el Gonfaloniere della Giustizia (el magistrado supremo), en un lugar seguro que pudiera repeler cualquier posible ataque contra los mismos, en aquellos tiempos de revueltas políticas internas y de hostilidades entre Florencia y otros gobiernos de Toscana.  De este modo, Arnolfo di Cambio concibió un diseño para el palacio similar al de una fortaleza.   Arnolfo di Cambió empezó las obras en 1298 y éstas se concluyeron en 1314, doce años después de su muerte.  El aspecto defensivo aumentaría durante la primera revisión de sus características exterior es, por disposición de Walter VI de Brienne, Conde Brienne y Duque de Atenas, en 1342.

El magnífico edificio está coronado por una inmensa galería abierta. Desde los cimientos del mismo se eleva una torre rectangular (de 95 metros de altura, aprox.). La torre se conoce como “Torre d’Arnolfo”, de acuerdo con el nombre de pila del arquitecto.  La torre alberga dos celdas y un campanario en la cima que contiene una campana gigantesca que se utilizaba para convocar a los ciudadanos de Florencia o para advertirles en cualquier circunstancia adversa. En el nacimiento visible de la torre, a la altura de la galería que culmina el palacio, está incluido un enorme reloj. El mismo se encargó a Nicolò Bernardo y, en la segunda mitad del siglo XVII, se sustituyó por otro, obra de Vincenzo Viviani.

A mediados del siglo XV, durante el Gobierno de Cosimo de Medici, El Viejo, se realizaron otras modificaciones. Encargó a su arquitecto de confianza, Michelozzo, la ornamentación del “Salone dei Duecento” (Sala de los Doscientos), así como la construcción del primer patio interior.  En 1494, en tiempos de la invasión francesa en Florencia, la familia Medici fue depuesta del poder. El dominico Girolamo Savonarola (entonces primer mandatario de la República de Florencia) impartió instrucciones a Cronaca (sobrenombre de Simone del Pollaioulo) para la construcción del “Salone dei Cinquecento” (Sala de los Quinientos) para reunir allí a los miembros del “Consiglio Maggiore” (Consejo Mayor).

Posteriormente, el Palazzo Vecchio aumentó sus dimensiones en dos ocasiones: En el siglo XVI, por obra de Giorgio Vasari , según el encargo que le hiciera el Gran Duque de Toscana, Cosimo I de Medici, y en el siglo XVII, por obra de Bernardo Buontalenti, conservando siempre su aspecto medieval.  En la segunda mitad del siglo XIX, el Palazzo Vecchio fue dos veces la sede central de los gobiernos provisionales. Cuando Florencia se constituyó en capital de Italia (1865-1871) el palacio alojaría la Cámara de los Diputados, así como el Ministerio de Asuntos Exteriores. Desde 1872 es la sede del Ayuntamiento.

La arquitectura interna del palacio es asimismo una obra maestra de distintos períodos artísticos, fundamentalmente de entre los siglos XIII y XVI. El palacio está compuesto por una planta baja, tres patios y dos plantas superiores.   La Planta Baja  está compuesta por: Una gran entrada y tres patios.

– La Entrada está ornamentada por un maravilloso frontispicio de mármol de principios del siglo XVI; una réplica excelente del monumento a “David” de Miguel Ángel, siglos XV-XVI (el original se conserva en el Museo della Accademia), la escultura de “Ercole e Caco” de Baccio Bandinelli (siglo XVI) y el “Monogramma di Cristo” flanqueado por dos leones de bronce sobredorado.

– El Primer Patio, proyectado por Michelozzo (siglo XV), contiene una réplica de Giorgio Vasari (siglo XVI) de la “Fontana con Putto”, originalmente obra de Andrea del Verrocchio (siglo XV).

– El Segundo Patio cuenta con numerosas columnas gigantescas, obra de Simone del Pollaiulo (siglo XV) para sostener el enorme “Salone dei Cinquecento”, que no pudimos visitar por estar cerrado.

 

BAPTISTERIO DE SAN GIOVANNI

 

Puertas del Paraiso.  Florencia 1400

Durante la supremacía de Florencia las corporaciones florentinas que reunían un numeroso grupo de artistas, convocaron numerosos concursos  para responder a importantes encargos públicos y privados, dando inicio a un nuevo tipo de mecenazgo.  El carácter comercial del contrato ligaba el encargo al artesano-artista y tuvo en gran éxito en las historia de las artes.

PUERTAS DE PISANO

Las Puertas sur fueron instaladas originalmente en el lado este, mirando hacia el Duomo, para ser posteriormente llevadas a su posición actual en 1452 y las había realizado Andrea Pisano en 1329.   Los bastidores de bronce fueron hechos por el veneciano Leonardo d’Avanzano, una de las mejores forjas en bronce de Europa.  Estas puertas del pre-renacimiento tienen 28 paneles, los 20 paneles superiores son escenas de la vida de San Juan Bautista y los ocho inferiores, las virtudes (esperanza, fe, caridad, humildad, fortaleza, templanza, justicia, y prudencia).  Hay una inscripción en latín en la parte superior de la puerta:  «Andreas Ugolini Nini de Pisis me fecit A.D. MCCCXXX» (Andrea Pisano me construyó en 1330).   El grupo de estatuas de bronce sobre la puerta representa La decapitación de San Juan Bautista., obra de arte de Bincenzo Danti del año 1571.

En el caso de las puertas del baptisterio de San Giovanni, La Calimata (gremio de los grandes comerciantes) convocó un concurso, a finales del 1400, para elegir al escultor para la decoración de las puertas norte y este.  El tema era «El sacrificio de Isaac», el número de personajes, las dimensiones y las técnicas venían impuestas.

Siete artistas, entre ellos Ghiberti, Brunelleschi y Jacopo della Quercia, trabajaron durante un año.  El desafío era importante, ya que el baptisterio constituía un monumento emblemático de Florencia, ubicado en el centro de la arteria principal y próximo a la nueva catedral Santa Maria del Fiore, que estaba a punto de concluirse.

AMBAS PROPUESTAS

En 1402, los miembros del jurado no lograron decidirse entre Bruneleschi y Ghiberti, motivo por el cual los declararon ex aequo (por igual, igualados), a pesar de que, finalmente, Ghiberti recibió el encargo de los relieves en bronce de la puerta norte.  Se dice que Brunelleschi se llevó una gran decepción, al punto de que nunca más volvió a esculpir, dedicando su obra a la arquitectura.   Los diseños originales de ambos se encuentran  en el museo de Bargello.

LAS PUERTA DE GHIBERTI

Ghiberti organizó su composición en torno a la diagonal formada por un saliente rocoso, para lo cual dividió el espacio terrestre que concentra la dimensión anecdótica (dos sirvientes, un asno y una lagartija) y el espacio donde se desarrolla la acción divina, donde los protagonistas son Isaac, Abraham y el ángel.  Por el contrario Brunelleschi inscribió la escena en un triángulo.  En la base los dos sirvientes encorvados; en la parte alta Abraham, con el cuerpo y los brazos estirados, sostiene la cabeza de Isaac en su mano, un soplo divino levanta la toga.  A su izquierda aparece un ángel que sujeta el brazo de Abraham y le muestra el carnero del sacrificio.  La técnica de Brunelleschi fue menos innovadora que la de Ghiberti, ya que las piezas fundidas en forma separada, fueron posteriormente montadas sobre la plancha de bronce; mientras Ghiberti funde el relieve en una sola pieza.

En 1425 tuvo una segunda adjudicación para las Puertas Este, él y su taller (incluyendo a Michelozzo y Benozzo Gozzoli) trabajaron durante 27 años, superándose a sí mismos.  Están compuestas de diez paneles con escenas del Antiguo Testamento y son rectángulos largos, es decir que no están incrustados en el tradicional rosetón gótico, como en las puertas anteriores. Ghiberti empleó los nuevos principios descubiertos de «perspectiva de profundidad»,  cada panel representa más de un episodio.  Por ejemplo en la «Historia de José» se retrata a José llevado por sus hermanos al pozo, José vendido a los mercaderes, estos entregando a José al Faraón, José interpretando los sueños del Faraón, Faraón rindiéndole honores, Jacob enviando sus hijos a Egipto, José reconoce a sus hermanos y su vuelta a casa.

En el capítulo de las «Vidas de los mejores pintores, escultores y arquitectos» dedicado a Lorenzo Ghiberti, Giogio Vasari  dice que este panel fue el más difícil de realizar pero también el más hermoso.  Las figuras están distribuidas en un bajorrelieve y en un espacio en perspectiva, técnica inventada por Donatello, que se llamó rilievo schiacciato, (literalmente «relieve aplanado»).  Ghiberti utiliza diferentes técnicas esculturales, desde líneas fijas hasta figuras casi redondas, con los paneles acentuando aún más el sentido del espacio.

También Giorgio Vasari cita el famoso juicio de Miguel Ángel ante ellas:  «¡Oh! divina obra ¡Oh! Puertas dignas del Paraíso» y de ese comentario viene el nombre de las mismas.

UNIVERSIDAD DE ALCALA DE HENARES

En 1293 se creó un Studium Generale en Alcalá, bajo el reinado del rey Sancho IV de Castilla, que otorgó licencia al arzobispo toledano García Gudiel, se trataba de una institución de la que surgieron las universidades medievales.

Refundada en 1499 por el entonces regente Cardenal Cisneros, fue la tercera universidad de nuestro país, tras la de Palencia y la de Salamanca.

Se dice que el rey Fernando el católico recriminó a Cisneros haberla construido en ladrillo y que éste le respondió la famosa frase:  «Otros harán en piedra, lo que yo he creado en barro».  Y es que la tierra de los complutenses, que no de los alcalaínos, como se les suele denominar, es arcillosa y no tiene piedra para construir.   El término gentilicio de «complutense» les viene de Complutum, asentamiento romano en la confluencia de tres ríos: Henares, Camarmilla y Torote

CISNEROS

Durante los siglos XVI y XVII se convirtió en el gran centro de excelencia académica.  En 1836, bajo el reinado de Isabel II se produjo la desamortización de Mendizabal, sus edificios se subastaron y en 1845 pasaron a manos de particulares. la Universidad fue trasladada a Madrid cambiando su nombre por el de Universidad Central de Madrid.   Su primer propietario quiso convertirlo en un criadero de gusanos de seda y un telar, pero no pudo realizar su propósito y vendió el complejo universitario, que acabó en manos del Conde de Quinto, que se llevó de Alcalá gran parte de las obras que decoraban la universidad, destruyendo otras.  Ante la posibilidad de que la universidad desapareciera, un grupo de vecinos creó en 1851 una sociedad para su protección y conservación, la Sociedad de Condueños de los Edificios de la Universidad.  Los herederos de los mismos, siguen siendo propietarios de una gran parte de los edificios, la denominada Manzana Universitaria y que están actualmente arrendados.  En las fiestas importantes, esos herederos suelen vestir unas capas negras que indican que sus antepasados fueron los protectores del actual edificio y ellos dueños del mismo.

Con el paso del tiempo se convirtió en la actual Universidad Complutense de Madrid, quedando la de Alcalá como Universidad Cisneriana o simplemente como Universidad de Alcalá.  Fue la primera institución donde se pudo estudiar medicina en España.  En sus aulas enseñaron y estudiaron grandes maestros e hombres ilustres, como Antonio de Nebrija, Santo Tomás de Villanueva, Juan Ginés de Sepúlveda, Ignacio de Loyola, Domingo de Soto, Ambrosio de Morales, Benito Arias Montano, Francisco Suárez, Juan de Mariana, Francisco Vallés de Covarrubias, Antonio Pérez, San Juan de la Cruz, Mateo Alemán, Lope de Vega, Francisco de Quevedo y Villegas, Pedro Calderón de la Barca, Melchor Gaspar de Jovellanos, Andrés Manuel del Río, etc.

Por encargo del Cardenal Tavera, obispo de Toledo y señor de Alcalá, se comenzó a levantar esta hermosa fachada renacentista en 1537, con diseño y dirección de Rodrigo Gil de Hontañón, arquitecto de las catedrales de Salamanca y Segovia. Fue ayudado en las tareas de talla por escultores como el cumplutense Claudio de Arciniega, Juan de Miera, Nicolás Ribero, Juan Guerra, Jerónimo Rodríguez, Antonio Sánchez, Alonso de Salcedo, Guillén de Juni y Juan de Hermosa, que pusieron su maestría en la talla múltiple y refinada de la piedra caliza de Tamajón (Guadalajara). Las labores de rejería corrieron a cargo de Juan de Villalpando y Ruiz Diaz del Corral.  Compuesta por tres cuerpos superpuestos y tres calles verticales, encontramos en la central los elementos más significativos, tanto para el uso del edificio (puerta y ventana principal) como para expresar el simbolismo del conjunto. A los lados de esta fachada aparecen sendas alas de dos cuerpos, más bajos que el central.

Era importante destacar durante el reinado del Emperador Carlos de Habsburgo, la mezcla del poder político y religioso a través de figuras y personajes que expresaran un sentido iconológico más allá del puramente descriptivo.  La puerta se enmarca por una serie de arquivoltas planas en degradación y un cordón adintelado, escoltado como toda la calle central de esta fachada por parejas de columnas de fustes estriados y capiteles de estilo corintio sobre un alto plinto. En las enjutas aparecen sendos angelotes desnudos portadores de guirnaldas, mientras que en la clave del arco otros dos seres angélicos sostienen una cartela con la leyenda AÑO 1543, que fue el de la terminación de la obra.

El segundo cuerpo ofrece en su calle central un ventanal profusamente exornado en sus bordes, con un medallón en su frontispicio que muestra la talla de San Ildefonso, patrono del arzobispado de Toledo y titular del Colegio Mayor al que precede esta fachada. Apoyados en las columnas, sendos soldados. A los lados del frontispicio, dos escudos de armas del apellido Cisneros, cuyo escudo adoptaría como propio la Universidad. Esta era la ventana de la Biblioteca, lugar donde se almacenaban los libros, frutos y fuentes del Saber. Las dos columnas estriadas que escoltan al ventanal se encuentran sujetas en su parte externa por dos atlantes, tan del gusto de la época y en sus pequeños podios vemos dos representaciones de Hércules.

Finalmente, el centro del tercer cuerpo muestra perfectamente tallado el escudo heráldico del rey de las Españas y Emperador de Alemania, Carlos de Habsburgo, con las columnas de Hércules y cruces de San Andrés coronadas. En los intercolumnios se muestran dos figuras, identificadas como Perseo con la cabeza de Medusa en su mano, a la derecha, y Minerva con una pluma y un búho en las suyas, a la izquierda. Un frontoncillo remata esta calle central con una talla de Dios Padre en busto, bendiciendo con su mano derecha y sosteniendo en la izquierda el globo terráqueo.  A modo de escocia, sobre el borde del frontón aparecen talladas cuatro figuras humanas unidas por guirnaldas de frutas; las de la izquierda son dos varones, uno joven y otro viejo, y las de la derecha dos mujeres, también una joven y otra vieja, que quizás representan el paso del tiempo sobre el ser humano. Aún por remate del todo aparece una gran cruz con el anagrama XPS en el centro.

Los paramentos de las calles laterales están ocupados por ventanales que son pequeños en el nivel inferior y grandes en el superior. El sentido neoplatónico del conjunto queda patente en los frontones de los cuatro ventanales inferiores, en los que aparecen las imágenes de los cuatro Padres de la Iglesia (San Ambrosio, San Gregorio, San Jerónimo y San Agustín), mientras que en las del nivel superior se muestran en medallones las efigies de San Pedro y San Pablo con sus respectivos atributos (las llaves y la espada), y en los plintos de sus columnas Eros y Venus en la de la izquierda, y Minerva con sus atributos femeninos y guerreros en la de la derecha.  El tercer cuerpo, a los lados de la calle central con el escudo imperial, se abre en diez ventanales, cinco en cada lado, de arquería semicircular, escoltados por columnillas que se rematan, después de mostrarnos las gárgolas para escupir el agua de la lluvia talladas con representaciones animales y humanas, en sendos florones o antorchas que suman la balaustrada y que añadidas de las de los extremos hacen la cifra de doce, queriendo representar las lenguas de fuego del Pentecostés, símbolos indudables del Espíritu Santo y del saber de la Cristiandad.

Su interior está formado por tres patios renacentistas de diferentes hechuras.  El primero es el monumental patio herreriano de Santo Tomás de Villanueva.  Fue trazado por Juan Gómez de Mora en 1618 y José Sopeña concluyó las obras en 1662. Tiene tres pisos que siguen una armónica gradación de alturas, los dos primeros de orden toscano con arcos de medio punto y el tercero de orden compuesto con arcos rebajados.

El segundo patio, aunque responde en su mayor parte a una restauración del siglo XIX, es el más parecido a como debió ser la primigenia universidad de ladrillo. Se le conoce por dos nombres: Patio de Filósofos, porque en él estuvieron instaladas las aulas de Filosofía, y Patio de Continuos o ‘continos’, porque en él se alojaron, en su día, los criados.

El tercero es El Patio Trilingüe.  Su nombre proviene del Colegio de San Jerónimo o Trilingüe, que se instaló en este lugar en el último tercio del siglo XVI y cuyos objetivos docentes consistían en la enseñanza del latín, griego y hebreo, lenguas, junto al arameo, en que se editó una de las obras maestras de la bibliografía mundial: la Biblia Políglota Complutense.  El Trilingüe es un hermoso claustro renacentista construído entre 1564 y 1570 por Pedro de la Cotera.

Desde él puede accederse al Paraninfo o aula magna, donde cada año se entrega el más alto honor de las letras hispanas, el premio Cervantes, que alternativamente reciben un escritor español y otro hispanoamericano.  Esta estancia y la Capilla de San Ildefonso son las dos edificaciones universitarias más antiguas de las conservadas.   La bella sala fue edificada por Pedro de la Cotera, iniciándose su construcción en 1516, lo que indica que estaba integrado en el planteamiento cisneriano aunque éste no pudo ver terminada la obra ya que murió en 1518.  En él tuvieron lugar importantes actos representativos durante los siglos XVI y XVII, fue un lugar de gran relevancia política y cultural, uso que aún perdura hoy en día.

De planta rectangular, tiene dos alturas y se cubre con un bello artesonado mudejar, cuya labor de lacería forma estrellas de seis puntas rodeadas de casetones hexagonales con florones en su interior. Una galería recorre la planta alta en la que se abren arcos escarzanos. Durante el tiempo que estuvo en manos particulares, esta sala llegó a ser un establo y cuando volvió a ser universidad, se realizó una limpieza tan profunda de la misma, que toda la decoración naturalista de los arcos, tan bellamente trabajados y que estaba pintada, desapareció, quedando una leve sombra del azul del fondo. En la planta baja se dispusieron originalmente asientos de fábrica recubiertos de azulejos que hoy en día han sido sustituidos por bancos corridos de madera. Destaca la cátedra con decoración típicamente plateresca. Su importancia radica más que en aspectos estructurales, en aspectos decorativos significativos como es la yuxtaposición de técnicas todavía islámicas y formas naturalistas, lo que ha llevado a estudiosos a considerarlo como una importante lección de plateresco mudéjar.  En 1990 se realizó una reforma que permitió recuperar la antigua puerta de acceso al salón y las tonalidades cromáticas originales del techo y tribuna.

TEMPLO DI SAN PIETRO IN MONTORI – IL TEMPIETTO

Los Reyes Católicos, que habían reconquistado Granada, deciden levantar en Roma un templete en memoria de San Pedro, justo en el lugar donde, según la tradición, fue ejecutado.
Donato Bramante (1444-1514), el arquitecto que mejor reflejó la idea del clasicismo, fue el encargado de planificar la construcción, creando un templo circular, de planta centrada, levantado sobre un podio y sobre un cuerpo de tres gradas, a modo de estilóbato, descansa una fila de dieciséis columnas de fuste liso, siguiendo los modelos del orden toscano. y cubierto por una cúpula semiesférica. Los fustes de las columnas son de orden dórico y fueron tomadas de un edificio antiguo romano, al que se le añadió nuevas basas y nuevos capiteles de mármol, siertándolos en una arquitectura de piedra de travertino y enlucido, que sostiene un entablamento dórico que soporta, a su vez, una balaustrada. Este elegante peristilo sostiene un friso que recuerda al entablamento dórico, con triglifos y metopas sobre las que se dibujan, en un relieve poco pronunciado, algunos objetos litúrgicos. Hasta aquí todos los elementos descritos se enmarcan dentro de la más pura tradición arquitectónica que sigue los modelos del clasicismo grecorromano. El esquema compositivo se rompe en la parte superior donde se alza una diminuta balaustrada que lo rodea, creando un espacio de transparencia casi etérea, que contrasta con la pesadez de formas de la columnata que la soporta.
Este hermoso envoltorio que da acceso a un pequeño edificio circular de dos pisos, cuyos paramentos alternan profundas hornacinas con grandes ventanales, separados entre sí por pilastras. Dichas hornacinas, vacías, sólo permiten algún elemento decorativo en su parte superior, ya que éstas culminan con una media cúpula gallonada, como una venera. Este cuerpo interior se halla cubierto con una cúpula bulbíforme, con un perfil de curva y contracurva, coronada por una forma apuntada.
Al templo se accede por cuatro puertas, al estilo de las ciudades romanas. El interior, de una sola cella, dispone de un altar mayor a cuyo pie, en una cripta, se encuentra el hueco en el que, según la tradición, fue clavada la cruz del apóstol.
Toda la construcción, inaugurada en 1502, es de granito y con ella arranca la arquitectura italiana del Cinquecento que, en este caso, se caracteriza por la ausencia de toda decoración innecesaria. El pequeño templete de Bramante puede considerarse como el paradigma del templo platónico ideal, tal como lo vemos imaginado en la Entrega de las llaves de Perugino, o en los Desposorios de la Virgen, de Rafael, que copia, a su vez, el citado templete para representar un templo pagano de Marte, al pintar la famosa escena de San Pablo predicando en el Areópago de Atenas.
Construido en el patio cuadrangular de la Iglesia homónima. El proyecto original incluía un patio circular que no fue realizado.
Un año después, Bramante es nombrado arquitecto del vaticano y elabora los primeros planos de la nueva basílica San Pedro. La construcción avanzó, en sus primeros pasos, a ritmo tan lento que, a la muerte de Bramante, sólo se habían puesto los cimientos.

Homenaje a Donato Bramante

A su diseño, fueron otros autores introduciendo numerosas modificaciones, que culminaron la obra que el primer autor cinquecentista había diseñado. A pesar de su simplicidad y las pequeñas dimensiones, Pietro in Montori ha tenido gran influencia en obras posteriores, desde el proyecto de San Pedro mismo hasta la catedral de Saint Paul en Londres proyectada por Wren Fines siglo xvii

TRAS EL ALTAR MAYOR

 

Dentro de la iglesia de Nuestra Señora en Brujas descubrí dos hermosas e inesperadas tumbas,  las de María de Borgoña y su padre, Carlos el Temerario.

María de Borgoña

María de Borgoña, esposa del emperador Maximiliano I y madre de  Felipe I, el Hermoso, es un personaje de leyenda, a pesar que murió muy joven (o tal vez también por eso). Fue Condesa de Flandes antes de cumplir los 20 años, y cinco años después moría en un accidente cuando practicaba su afición favorita: la caza con halcones.  Su caballo tropezó, cayó sobre ella y le produjo heridas que acabarían con su vida unos días después.  Los libros de Historia dicen que la muerte de María de Borgoña supuso el fin del esplendor de Brujas y el comienzo de su lenta muerte.

Carlos el Temerario

Junto a la tumba de María de Borgoña está la de su padre, Carlos el Temerario, que curiosamente se hizo 60 años después, porque su cuerpo había sido inicialmente enterrado en Francia.  La tumba de Carlos es renacentista, más realista. más sobria, y más austera. Fue encargada desde España y la pagó su tataranieto Felipe II desde El Escorial

La tumba de María representa el esplendor y el orgullo de Brujas. Es de estilo gótico, refinada, delicada y con una auténtica pasión por el detalle.   El interior de esa tumba guarda un tesoro: una pequeña caja de plomo en la que está el corazón de su hijo, Felipe el Hermoso, el esposo de Juana I de Castilla.  A sus pies, los perros de la fidelidad y a los de él, el fiero león.

La diferencia de años entre ambas tumbas se nota y tiene más mensaje del que pueda parecer a simple vista.      En ellas está escrito el destino de Brujas.
Con una de estas tumbas había terminado la Edad Media y con la otra estaba comenzando el Renacimiento…

Un mundo nuevo en el que definitivamente no iba a haber sitio para Brujas.